lunes, 17 de agosto de 2015

¡ Suerte! ¡Cuidate!
parte III

Fuera de la guardia llegaba mi ex pareja. Él es un hombre alto, muy alto, morocho corpulento. Era imposible no verlo y más con su cara de desesperación frente a la notica de mi accidente. Se abre la puerta de la guardia y un medico sale, se le acerca y le pregunta si era mi pareja. El asiente. El médico le sonríe y le dice, ¡Felicidades, vas a ser papá! E ingresa nuevamente a la guardia cerrándose la puerta en el rostro de ese pobre hombre que había recibido dos noticias extremas e inesperadas en menos de 24 hs.

Ya a esa altura nada se podía hacer; simplemente, quedaba esperar. Y así fue, espere casi una semana tirada en una camilla de madera en una de las habitaciones del área de maternidad de esa clínica. Ningún médico jamás volvió a verme hasta que un día un hombre de traje se asomó a la puerta. Este sujeto era un poco más presentable que aquel del hospital de San Isidro pero altamente desagradable. Entro unos pasos dentro de la habitación y simplemente menciono que le había llegado el informe de mi cuadro clínico. También se presentó y dijo que pertenecía a la ART Consolidar. Y que no se podía hacer nada al respecto así es que me daban el alta.

Mi CUADRO CLINICO era el siguiente:
·         Tres vertebras fracturadas
·         Hematoma medular
·         Desplazamiento de vértebra cervical

En definitiva, era algo que para ellos no tenía mayor importancia ni gravedad. Pero yo, no podía caminar ni moverme.

Mi ex pareja me saca del nosocomio de la muerte y me lleva a nuestro apartamento. Allí me acuesta en la cama y se sienta a mi lado. El panorama no era muy alentador. Ni el mío ni el de mi bebé. Pero como dice el dicho, la esperanza es lo último que se pierde.

Pasaron unos días, y me hicieron una ecografía y el bebé estaba perfectamente bien y los latidos de su corazón eran impecables. No hubo momento en mi vida que me diera tanto alivio. Frente a etas nuevas condiciones, la fuerza sale de lo más profundo de nuestro ser.

Me mantuve tres meses acostada esperando que las lesiones sanaran. Al cuarto mes de embarazo, procedo a comenzar con ejercicios de movilidad articular en mi cama ya que no había kinesiólogo que quisiera atenderme y correr riesgo con una mujer embarazada. Cada movimiento, cada ejercicio, cada respiro eran dolorosos. Todo era despacio y muy pequeño. Todo lo hacía acostada mirando el techo. Me aseaba, hacia mis necesidades, dormía, todo boca arriba.

Cada día era un nuevo desafío. Cada segundo era un poco más. No hubo día que dejara de hacer mi rehabilitación la cual aprendí a hacer por maestros y entrenadores a lo largo de mi vida. Al sexto mes le dije a mi ex que me ayudara que me iba a levantar de la cama. Tome un repasador, lo enrolle y lo mordí. A la cuenta de tres me ayudo a sentarme. Las lágrimas corrían por mi cara sin darme cuenta. Un sudor frio emanado por el insipiente dolor había invadido todo mi cuerpo. Pero por fin me había incorporado. Frente a las pocas expectativas de que volviera a caminar, logre vencerlas y seguí adelante.

En mi mente estaba entrar a la sala de parto caminando y parir a mi hija. Ella seguía creciendo y yo se lo debía. Continúe trabajando mi cuerpo para que esto sucediera. Luego siguieron los ejercicios cada vez más complicados y duros. El entrenamiento diario de 24 horas era mi única actividad. Nueve meses fueron de duro y arduo sacrifico para recuperarme. Finalmente, el 15 de marzo de 2009 entre a esa sala de parto caminando y pariendo a mi hija, la doble de riesgo más joven de la historia.



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