lunes, 10 de agosto de 2015

¡ Suerte! ¡Cuidate!
parte I

Esa mañana me levanté como cualquier otra para ir a trabajar. Tomo un baño, me alisto y abro la puerta sigilosamente ya que era bastante temprano y mi ex pareja dormía. Cierro la misma con cautela y me aproximo al ascensor, que estaba a pasos de la entrada de mi apartamento. Al momento que estoy por subir, mi ex pareja abre la puerta del apartamento y me dice “¡Suerte! Cuidate.” Lo miro estática. Me toco el busto izquierdo. Lo vuelvo a mirar y lo mando a cagar.
Dentro de nuestra profesión jamás decimos CUIDATE. Es augurio de que algo va a suceder. Me fui del lugar con más ganas de seguir insultándolo. Para colmo de males, ese día tenía una acción altamente peligrosa. Era un riesgo 5. Los riesgos se numeran en base a la peligrosidad de la acción a llevar adelante.

Me subo al automóvil, conduzco por la autopista casi vacía hasta llegar al set. Parqueo el auto y me encuentro con mi coordinador y mis compañeros. Me plantean la acción. La misma constaba en arrojarme caída libre sin ningún tipo de arnés o linga hacia el vacío. Por supuesto que en el piso había un colchón de aire de los que se usan para amortiguar los golpes. Imagínense que sino seria Iroman! Hasta ese momento estaba tranquila, no era algo extraño ni algo por lo cual tuviera que preocuparme. Pero falta un detalle… mi coordinador se acerca nuevamente y me plantea que es salto se llevara a cabo desde el quinto piso. Lo miro. No digo nada. Lo miro nuevamente y el me pregunta si todo está bien. Asiento con la cabeza y subimos hasta dicho piso.

Una vez en el balcón terraza, me asomo hacia el abismo y veo mis compañeros dándome el ok para que me arroje. Realizo mi primer salto con un mortal hacia adelante. Y caigo perfectamente.
Lo hago dos veces más para optimizar detalles y nuevamente salen perfectas. El director ordena que se va a dar rodaje y todos se preparan. Mi compañero, el encargado de verificar que el colchón estuviera en perfecto estado e inflado como debe ser, me da el ok. Me arrojo. Silencio. Y yo, desde el centro del colchón que estaba a medio inflar ya que el muchacho no había tomado los recaudos suficientes, hago la señal de abortar acción. Silencio. Quedo inmóvil en el suelo. Un un dolor imposible de describir en la columna me comienza a invadir. Mi coordinador baja desde el quinto piso como una llamarada. Mis otros compañeros me asisten y llaman a la ambulancia. La acción había salido mal.
Cosas que suceden en nuestra profesión. Son las menos, pero pueden llegar a pasar.

El dolor era intenso. Pero la calma me acompañaba. Al ver que nadie me asistía en los primeros auxilios y que la ambulancia nunca llegaba, procedí a realizármelos por mí misma. Afortunadamente, no había perdido la conciencia. Lo primero que chequee son los esfínteres, que no me hubiese defecado u orinado encima. Trate de mover con éxito los dedos de los pies. Pero cuando quise moverme mas, el dolor me invadió. Sentía una lanza clavada de lado a lado de mi cuerpo. Procedí a oscultar mi columna moviendo lentamente mis brazos hacia atrás por debajo mío ya que continuaba tirada en el piso. Toque vertebra por vertebra y nada parecía fuera de lugar. Hasta ese momento todo parecía un accidente menor. Lo más grave estaba por venir... continuará

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