Amo a la Roth...
Un día me llaman por teléfono y me dicen que tengo que ir a doblar a Cecilia Roth para la serie "Tratame Bien". Genial!!!!! Es Cecilia Roth!!!!
Me voy al set muy contenta y cuando llego, un asistente me dice: "ojo con Cecilia que es mala onda!". Ante tal comentario, me quedo en un costado hasta que me llamen. Llega Cecilia a set y teníamos que hacer la escena donde ella viene en el auto bebiendo y tiene un accidente terrible. La primera parte donde son los planos cortos de ella, obviamente son realizados por Cecilia. Me acerco al auto para presentarme e indicarle como mover su cabeza para que se viera lo más real posible. Cecilia con el profesionalismo que la caracteriza y la seriedad para trabajar, me escuchó y pidió que la estuviera observando para que saliera perfecta.
Luego que se terminaron los planos cortos, me subo al auto para hacer los trompos y terminar por chocarlo contra un árbol.
Cuando todo termina, Cecilia Roth se acercó y me agradeció. Muchos tendrían que aprender...
Elis Nielsen
Stuntwoman- Actress
lunes, 7 de noviembre de 2016
Qué difícil ser mujer en un mundo de hombres!
Mi profesión de doble de riesgo no es tan difundida y popular en mi país, Argentina como en los Estados Unidos. Normalmente, aquí son casi todos hombres y mucho mas como drivers.
Los drivers son los que conducen los vehículos en rodajes ya sea para chocarlos o atropellar a alguien.
A mí siempre me gustaron los autos y las motos. Corro desde muy pequeña. Y mi sueño era ser piloto de carrera. Por suerte, la vida me llevó a trabajar como actriz y doble de riesgo, donde tuve la oportunidad de interpretar diversos personajes.
Ya con tiempo en la empresa de efectos especiales, deseaba que fuera "yo" la driver de todas las actrices y modelos ya que era mujer como ellas. Así no tendrían que poner hombres en el lugar de una mujer. Cuando pedí que me llamaran como driver, la primer observación que tuve fue "pero si sos mujer". Justamente!!!!!! Si había que doblar a una mujer, que mejor que otra que había corrido en moto toda su vida y en karting, y en la Fórmula 07. Pero eso no alcanzaba. Nadie quería en un set a una mujer atrás del volante.
Un día, ya cansada de la discriminación sin sentido, me planté frente a mi jefe y le hice una apuesta. Había que correr una carrera y si yo ganaba, toda vez que hubiese que doblar a una mujer, iba a ir yo. Se rió y aceptó. Corrimos y... le gané.
Mi primer driving fue en Amas de Casa desesperadas. Llegué a set y me encuentré con mi coordinador. Me acompañó a vestuario y me presentó. Le dijo al asistente de producción que yo doblaba a María Rosa Fugazot. No entendía mucho ya que la única escena era con un auto antiguo pasando con la rueda delantera por encima de una pequeña bicicleta. Era toma única.
Me cambiaron, me pusieron la peluca y me mandaron a set. Llegué al lugar donde estaba el auto y me subí. Todos miraban y nadie decía nada. En un momento, el asistente de dirección se acercó a mi coordinador y le preguntó si yo era la que iba a manejar. Mi coordinador le respondió afirmativamente. Puse el auto en marcha y mi coordinador se fue atrás del camarógrafo.
Detalle importante! No solo tenía que pasar por arriba de una bicicleta mini, sino que también tenia que hacerlo a alta velocidad y pasar a 50 centímetros del camarógrafo.
El director da la accrón y yo arranqué a fondo. El camarógrafo le preguntó a mi coordinador si manejaba bien. Y para hacerle una broma, le dijo que era la primera vez que hacía algo así y que no tenía idea de manejar. El muchacho estaba blanco y temblaba. Al rato le dijo la verdad y todos rieron.
A partir de ese momento empezaron a verme con un poco más de simpatía.
Pero lo más duro fue la discriminación de una asistente de dirección (mujer) que no me quería en set porque era mujer. No era seguro que yo hiciera una escena de riesgo con un auto y menos sabiendo que había una sola toma. Mi coordinador no aflojo frente a esta situación y mantuvo su posición. Hice la escena y la mujer quedó perpleja. No podía creer que una mujer hiciera algo igual que un hombre o porque no, mejor.
Costó mucho que me dieran lugar. Hoy en día, si piden un driver, el primer nombre que se les ocurre es el mío. El camino fue largo y con muchos obstáculos pero felizmente he podido darme este lujo!
Mi profesión de doble de riesgo no es tan difundida y popular en mi país, Argentina como en los Estados Unidos. Normalmente, aquí son casi todos hombres y mucho mas como drivers.
Los drivers son los que conducen los vehículos en rodajes ya sea para chocarlos o atropellar a alguien.
A mí siempre me gustaron los autos y las motos. Corro desde muy pequeña. Y mi sueño era ser piloto de carrera. Por suerte, la vida me llevó a trabajar como actriz y doble de riesgo, donde tuve la oportunidad de interpretar diversos personajes.
Ya con tiempo en la empresa de efectos especiales, deseaba que fuera "yo" la driver de todas las actrices y modelos ya que era mujer como ellas. Así no tendrían que poner hombres en el lugar de una mujer. Cuando pedí que me llamaran como driver, la primer observación que tuve fue "pero si sos mujer". Justamente!!!!!! Si había que doblar a una mujer, que mejor que otra que había corrido en moto toda su vida y en karting, y en la Fórmula 07. Pero eso no alcanzaba. Nadie quería en un set a una mujer atrás del volante.
Un día, ya cansada de la discriminación sin sentido, me planté frente a mi jefe y le hice una apuesta. Había que correr una carrera y si yo ganaba, toda vez que hubiese que doblar a una mujer, iba a ir yo. Se rió y aceptó. Corrimos y... le gané.
Mi primer driving fue en Amas de Casa desesperadas. Llegué a set y me encuentré con mi coordinador. Me acompañó a vestuario y me presentó. Le dijo al asistente de producción que yo doblaba a María Rosa Fugazot. No entendía mucho ya que la única escena era con un auto antiguo pasando con la rueda delantera por encima de una pequeña bicicleta. Era toma única.
Me cambiaron, me pusieron la peluca y me mandaron a set. Llegué al lugar donde estaba el auto y me subí. Todos miraban y nadie decía nada. En un momento, el asistente de dirección se acercó a mi coordinador y le preguntó si yo era la que iba a manejar. Mi coordinador le respondió afirmativamente. Puse el auto en marcha y mi coordinador se fue atrás del camarógrafo.
Detalle importante! No solo tenía que pasar por arriba de una bicicleta mini, sino que también tenia que hacerlo a alta velocidad y pasar a 50 centímetros del camarógrafo.
El director da la accrón y yo arranqué a fondo. El camarógrafo le preguntó a mi coordinador si manejaba bien. Y para hacerle una broma, le dijo que era la primera vez que hacía algo así y que no tenía idea de manejar. El muchacho estaba blanco y temblaba. Al rato le dijo la verdad y todos rieron.
A partir de ese momento empezaron a verme con un poco más de simpatía.
Pero lo más duro fue la discriminación de una asistente de dirección (mujer) que no me quería en set porque era mujer. No era seguro que yo hiciera una escena de riesgo con un auto y menos sabiendo que había una sola toma. Mi coordinador no aflojo frente a esta situación y mantuvo su posición. Hice la escena y la mujer quedó perpleja. No podía creer que una mujer hiciera algo igual que un hombre o porque no, mejor.
Costó mucho que me dieran lugar. Hoy en día, si piden un driver, el primer nombre que se les ocurre es el mío. El camino fue largo y con muchos obstáculos pero felizmente he podido darme este lujo!
lunes, 17 de agosto de 2015
¡ Suerte! ¡Cuidate!
parte III
Fuera de la guardia llegaba mi ex pareja. Él es un hombre alto, muy
alto, morocho corpulento. Era imposible no verlo y más con su cara de
desesperación frente a la notica de mi accidente. Se abre la puerta de la
guardia y un medico sale, se le acerca y le pregunta si era mi pareja. El
asiente. El médico le sonríe y le dice, ¡Felicidades, vas a ser papá! E ingresa
nuevamente a la guardia cerrándose la puerta en el rostro de ese pobre hombre
que había recibido dos noticias extremas e inesperadas en menos de 24 hs.
Ya a esa altura nada se podía hacer; simplemente, quedaba esperar. Y
así fue, espere casi una semana tirada en una camilla de madera en una de las
habitaciones del área de maternidad de esa clínica. Ningún médico jamás volvió a
verme hasta que un día un hombre de traje se asomó a la puerta. Este sujeto era
un poco más presentable que aquel del hospital de San Isidro pero altamente
desagradable. Entro unos pasos dentro de la habitación y simplemente menciono
que le había llegado el informe de mi cuadro clínico. También se presentó y
dijo que pertenecía a la ART Consolidar. Y que no se podía hacer nada al
respecto así es que me daban el alta.
Mi CUADRO CLINICO era el siguiente:
·
Tres vertebras fracturadas
·
Hematoma medular
·
Desplazamiento de vértebra cervical
En definitiva, era algo que para ellos no tenía mayor importancia ni
gravedad. Pero yo, no podía caminar ni moverme.
Mi ex pareja me saca del nosocomio de la muerte y me lleva a nuestro
apartamento. Allí me acuesta en la cama y se sienta a mi lado. El panorama no
era muy alentador. Ni el mío ni el de mi bebé. Pero como dice el dicho, la
esperanza es lo último que se pierde.
Pasaron unos días, y me hicieron una ecografía y el bebé estaba
perfectamente bien y los latidos de su corazón eran impecables. No hubo momento
en mi vida que me diera tanto alivio. Frente a etas nuevas condiciones, la
fuerza sale de lo más profundo de nuestro ser.
Me mantuve tres meses acostada esperando que las lesiones sanaran. Al cuarto
mes de embarazo, procedo a comenzar con ejercicios de movilidad articular en mi
cama ya que no había kinesiólogo que quisiera atenderme y correr riesgo con una
mujer embarazada. Cada movimiento, cada ejercicio, cada respiro eran dolorosos.
Todo era despacio y muy pequeño. Todo lo hacía acostada mirando el techo. Me aseaba,
hacia mis necesidades, dormía, todo boca arriba.
Cada día era un nuevo desafío. Cada segundo era un poco más. No hubo día
que dejara de hacer mi rehabilitación la cual aprendí a hacer por maestros y
entrenadores a lo largo de mi vida. Al sexto mes le dije a mi ex que me ayudara
que me iba a levantar de la cama. Tome un repasador, lo enrolle y lo mordí. A la
cuenta de tres me ayudo a sentarme. Las lágrimas corrían por mi cara sin darme
cuenta. Un sudor frio emanado por el insipiente dolor había invadido todo mi
cuerpo. Pero por fin me había incorporado. Frente a las pocas expectativas de
que volviera a caminar, logre vencerlas y seguí adelante.
En mi mente estaba entrar a la sala de parto caminando y parir a mi
hija. Ella seguía creciendo y yo se lo debía. Continúe trabajando mi cuerpo
para que esto sucediera. Luego siguieron los ejercicios cada vez más
complicados y duros. El entrenamiento diario de 24 horas era mi única actividad.
Nueve meses fueron de duro y arduo sacrifico para recuperarme. Finalmente, el
15 de marzo de 2009 entre a esa sala de parto caminando y pariendo a mi hija,
la doble de riesgo más joven de la historia.
martes, 11 de agosto de 2015
¡ Suerte! ¡Cuidate!
parte II
Se escuchan las sirenas de la ambulancia, luego de casi media hora de
estar tirada en el suelo. El camillero y la médica se acercan. Un oficial de la
policía también. Preguntan qué sucedió y mi respuesta es que caí de un quinto piso.
En realidad, que me había tirado. El oficial extrañado alega que tiene que hacer un acta y
pregunta “¿Intento de homicidio o Intento de suicido?”. Lo miro confundida,
miro a mi coordinador y le digo que estábamos grabando y que tuve que saltar. Y que la acción salió
mal. Simplemente eso. Es ahí cuando la médica extasiada en euforia dice “Ah! Pero, ¿estás filmando algo?”. El Jefe de
Set asiente con la cabeza. Ella pregunta con voz de vieja chusma: "¿Qué están filmando?. El muchacho le vuelve a responder pero esta vez con todo frio. Le explica que era para una tira diaria de una reconocida productora televisiva.
La tiara era Patito Feo y la Productora Ideas del Sur. La médica vuelve a
acotar “AH! ¡Pero si sabía, venia maquillada!”. A todo esto, yo tirada en el
suelo desde hacía más de una hora y media, y sin saber que le sucedía a mi
cuerpo.
Me llevan en ambulancia al hospital de San Isidro. Una vez en el nosocomio, me dejan en
una camilla abandonada por casi una hora, olvidada en un pasillo sin ninguna atención. De
repente alguien me ve, una señorita de bata blanca. Y me pregunta que hago ahí.
Le digo que estoy accidentada y que me trajo la ambulancia. Se va a averiguar que estaba sucediendo
conmigo.
Saco mi celular que estaba en un pequeño bolso que tenia a mi lado y llamo a mi ex pareja. Me
atiende y le digo que la acción había salido mal. A esta afirmación
catastrófica él sugiere que la haga de nuevo. A lo que le respondo nuevamente
que salió mal y que estoy en el hospital. Le pido que le avise al padre de mi hijo
que se quede con él hasta saber que iba a depararme el destino. Y que le
avisaba a donde me iban a derivar.
La señorita con bata blanca regresa y me procede a extraer sangre. Me
explica que antes de mandarme a rayos tiene que cerciorarse que no esté embarazada.
Me rio y le digo que no hay posibilidades. Me repite que es protocolo.
Raudamente se hace presente en escena un hombre de camisa blanca, corbata
desalineada y mocasines sucios ordenando que no me hagan nada que me debían
atender en la clínica asignada por la aseguradora. Así es que me vuelven a
trasladar hacia otro nosocomio en Florida, provincia de Buenos Aires.
Me ingresan a la guardia, me vuelven a extraer sangre y me dejan en
una camilla símil a las que usan los rescatistas. Con un dolor infernal y ya mi
cuerpo frío como el hielo, reposaba mirando el techo. No podía ya moverme. Ya a esa altura me preocupaba la falta de movilidad. Tampoco podía orinar del dolor. Pasaron unos minutos y
varios médicos se acercan con sonrisas dibujadas en sus rostros. A a la cuenta
de tres exclaman “¡Felicidades, vas a ser mamá!”. ¿QUE? Uno de ellos me explica
que el examen beta que me había realizado había dado positivo. A
lo cual le comento que debe ser un error y el resultado puede que sea de alguna
de las otras personas que estaban allí conmigo en la guardia. Esto era
imposible que fuera así, ya que las otras cuatro personas eran hombres. Lo mire. Ellos se retiraron. Mire el techo y cerré
los ojos... continuará
lunes, 10 de agosto de 2015
¡ Suerte! ¡Cuidate!
parte I
Esa mañana me levanté como cualquier otra para ir a trabajar. Tomo un baño, me alisto y abro la puerta sigilosamente ya que era bastante temprano y mi ex pareja dormía. Cierro la misma con cautela y me aproximo al ascensor, que estaba a pasos de la entrada de mi apartamento. Al momento que estoy por subir, mi ex pareja abre la puerta del apartamento y me dice “¡Suerte! Cuidate.” Lo miro estática. Me toco el busto izquierdo. Lo vuelvo a mirar y lo mando a cagar.
Dentro de nuestra profesión jamás decimos CUIDATE. Es augurio de que algo va a suceder. Me fui del lugar con más ganas de seguir insultándolo. Para colmo de males, ese día tenía una acción altamente peligrosa. Era un riesgo 5. Los riesgos se numeran en base a la peligrosidad de la acción a llevar adelante.
Me subo al automóvil, conduzco por la autopista casi vacía hasta llegar al set. Parqueo el auto y me encuentro con mi coordinador y mis compañeros. Me plantean la acción. La misma constaba en arrojarme caída libre sin ningún tipo de arnés o linga hacia el vacío. Por supuesto que en el piso había un colchón de aire de los que se usan para amortiguar los golpes. Imagínense que sino seria Iroman! Hasta ese momento estaba tranquila, no era algo extraño ni algo por lo cual tuviera que preocuparme. Pero falta un detalle… mi coordinador se acerca nuevamente y me plantea que es salto se llevara a cabo desde el quinto piso. Lo miro. No digo nada. Lo miro nuevamente y el me pregunta si todo está bien. Asiento con la cabeza y subimos hasta dicho piso.
Una vez en el balcón terraza, me asomo hacia el abismo y veo mis compañeros dándome el ok para que me arroje. Realizo mi primer salto con un mortal hacia adelante. Y caigo perfectamente.
Lo hago dos veces más para optimizar detalles y nuevamente salen perfectas. El director ordena que se va a dar rodaje y todos se preparan. Mi compañero, el encargado de verificar que el colchón estuviera en perfecto estado e inflado como debe ser, me da el ok. Me arrojo. Silencio. Y yo, desde el centro del colchón que estaba a medio inflar ya que el muchacho no había tomado los recaudos suficientes, hago la señal de abortar acción. Silencio. Quedo inmóvil en el suelo. Un un dolor imposible de describir en la columna me comienza a invadir. Mi coordinador baja desde el quinto piso como una llamarada. Mis otros compañeros me asisten y llaman a la ambulancia. La acción había salido mal.
Cosas que suceden en nuestra profesión. Son las menos, pero pueden llegar a pasar.
El dolor era intenso. Pero la calma me acompañaba. Al ver que nadie me asistía en los primeros auxilios y que la ambulancia nunca llegaba, procedí a realizármelos por mí misma. Afortunadamente, no había perdido la conciencia. Lo primero que chequee son los esfínteres, que no me hubiese defecado u orinado encima. Trate de mover con éxito los dedos de los pies. Pero cuando quise moverme mas, el dolor me invadió. Sentía una lanza clavada de lado a lado de mi cuerpo. Procedí a oscultar mi columna moviendo lentamente mis brazos hacia atrás por debajo mío ya que continuaba tirada en el piso. Toque vertebra por vertebra y nada parecía fuera de lugar. Hasta ese momento todo parecía un accidente menor. Lo más grave estaba por venir... continuará
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